Salvo la piel - Sofía Valoff

Entre el ardor de lo inolvidable, y al tacto de especies vivas, la autora recorre la decisión de nombrar. Macky Corbalán repetía: “nombrarse es la tumba de la opacidad, su combustión”; y tras un lago de tiempo entre las dos, Sofía le contesta: “dicha en voz alta, le pone nombre al deseo”. Lesbiana, lo que tanto cuesta pronunciar, incluso en poemas y, sin embargo, al leerla reverbera. La poeta hace patria en la palabra, esa.

Salvo la piel es una lengua lesbiana (que “besa en prosa”), la voracidad de un mar de memoria desenfrenada (que moja todo gesto que toca) y, ante todo, un atrevimiento único: el momento excitante en el que una autora decide dejar para siempre un grupo de palabras elegidas y enredadas en una hoja. Ópera prima subcutánea, Salvo la piel de Sofía Valoff, es el descubrimiento de un órgano vivo en el espejo.

De la heterosexualidad a la pasión torta, de la violencia a la ternura mientras escupe paletas enteras de color, olor y sabor; tira polvo al aire y a la ausencia. Cuenta y arroja a la cara de lx lectorx los pétalos que arranca de la memoria. “Recuerdo casi todo por la forma de mi piel”, como un don, como ese ruego a Cronos para que permita el olvido.

La poeta no huye y pide que la coman entera, sin desmenuzar. Su poesía es el tajo que nombra, una extensión de carne interrumpida de heridas y recuerdos. Lo logra, se para en las cuatro orillas. Al filo, afuera, adentro, sobre y profunda en la carne viva.

Salvo la piel es una historia, un recorrido vital. Una existencia latente que habita otras pieles. Sin embargo, es estoica y breve la propuesta: “no adivines, pasá”

Por Lia Ghara