Mirar este libro de Fernanda es hacer un viaje, seguir el camino que ella siguió: el de su corazón. El recorrido abarca los noventa, y da cuenta de la toma de una decisión, la de ser (también) pintora. Comienza pintando las figuritas que formaban parte de su colección. Los años pasan y se despega de los personajes de brillantina, de los gobelinos y las estatuillas para viajar a escenarios propios más misteriosos, construidos a partir de corazones, flores, gatos, música, amigas, pestañas y ojos enormes. Como una extraterrestre que aterriza finalmente en la tierra de la imaginación, y nunca regresa.
Por Bárbara Golubicki